“11,7 millones de personas, incluidos 5 millones de niños, requieren
actualmente asistencia humanitaria en Siria”
Una terrible realidad que vamos a analizar de la mano de Elisabete Belaunde.
Conociendo a la Elisabete más humanitaria
Hoy nos hemos sentado a conversar con Elisabete Belaunde a quien podríamos definir como “una de las nuestras”: ingeniera y de Bilbao. No se puede pedir más!!. Pero Elisabete, se siente madre por encima de todo, un sentimiento que ha venido a fortalecer su profunda vocación humanitaria que ha puesto al servicio del Comité Internacional de la Cruz Roja. Su historia es apasionante. Si quieres descubrirla, no te pierdas este relato!!
Los comienzos de Elisabete nos dirigen a la India, donde se desplaza como voluntaria tras finalizar la carrera. Una experiencia que “cambió su manera de entender la vida”, confiesa. A su regreso, ejerció de ingeniera de parques eólicos, atraída por las energías renovables y la conservación del medio ambiente. Una excedencia de un año, tiempo después, le permitió regresar al voluntariado con proyectos de abastecimiento de agua en zonas aisladas de Tibet consagrando, así, su vocación humanitaria. Finalmente, se incorporó a la Cruz Roja Española con la que viajó hasta la isla de Nias – Sumatra norte -, tras el terremoto de 2005, para trabajar en proyectos de reconstrucción de sistemas de agua, saneamiento y escuelas, por un periodo de 3 años.
El salto al Comité Internacional de Cruz Roja (CICR), añade, le llegó de manera inesperada hace dos años, cuando fue seleccionada para formar parte del equipo de Agua y Hábitat. El destino había puesto a Siria en su camino, un país al que siempre quiso ir …
Siria: un país en conflicto permanente
Tras 7 años de guerra, Elisabete se encontró, a su llegada, un país en ruinas, arrasado, sin gente. Ciudades importantes como Homs y Alepo se hallaban ahora sin vida. Calles desiertas convertidas en cementerios improvisados. Gente desesperada. Gran parte de la población recluida en centros de refugiados. Colas interminables por un plato de comida. Y todo ello, mientras la guerra continuaba sacudiendo el país creando un clima de inestabilidad e inseguridad. Atravesar los puestos de control militar del régimen sirio formaba parte de su rutina diaria …
Elisabete, como responsable del departamento de Agua y Hábitat del CICR, contaba con un equipo de ingenieros locales con los que trabajaba en el día a día para el restablecimiento del servicio de agua potable, saneamiento y alcantarillado, así como de energía eléctrica. De igual forma, rehabilitaban centros de salud y hospitales, viviendas, centros de desplazados, instalaciones de producción alimentaria, y llevando a cabo, en general, todas aquellas acciones necesarias para garantizar las condiciones de vida de la población afectada. Esta misión, dice, supuso “todo un reto personal y profesional que la marcó para siempre”.
“A lo largo de estos dos años, la situación del país ha ido variando”, comenta, especialmente tras el apoyo militar ruso que permitió la reconquista del gobierno de Al Asad de una parte importante del territorio al tiempo que el Estado Islámico se iba desinflando. Sin embargo, la crisis humanitaria ha ido en aumento, insiste, sin oportunidades laborales, con un claro repunte de los alimentos y un agotamiento lógico de los ahorros. Esta podría ser su foto actual, unas cifras para la vergüenza que se califican por sí solas:
“Un 50% de la población se encuentra desplazada. 6 millones de refugiados fuera del
país y otros tantos desplazados internos. 4 de cada 5 vive en la pobreza. Cerca del 70%
carece de acceso al agua potable. Un 50% del sistema de alcantarillado está dañado.
El 70% de aguas residuales no son tratadas y se vierten directamente a ríos o terrenos.
Casi el 50% de hospitales, clínicas o centros de salud resultaron dañados y dejaron de
funcionar. Zonas civiles enteras quedaron sin los servicios esenciales para sobrevivir”
Merece especial atención la situación de los menores cuyas vidas han quedado profundamente marcadas tras ocho años de conflicto. Se les ve mendigando por las calles, sin escolarizar, sin la protección de unos padres a los que han perdido. “Su futuro es realmente incierto”, opina Elisabete con tristeza. A medida que se han ido restableciendo las condiciones de seguridad, algunos de esos niños y niñas han podido retornar a la escuela, teniendo en cuenta que una de cada tres ha sido afectada o destruida. Las autoridades, con el apoyo de ONG locales y organizaciones internacionales, están haciendo el esfuerzo de rehabilitar muchas de ellas. Las que quedan operativas, doblan turnos para acoger al mayor número de escolares posible. La protección de los menores es absolutamente prioritaria en Siria.
El CICR: una organización al servicio de los más necesitados
El CICR es una organización imparcial e independiente cuyo cometido es prestar ayuda humanitaria a personas afectadas por conflictos y violencia armada, y promover leyes que protejan a las víctimas de la guerra. Los programas que desarrolla varían en función de la situación del país. En Siria, con graves deficiencias, proporcionan agua potable y saneamiento, distribuyen alimentos y artículos esenciales, facilitan alojamientos de emergencia, posibilitan el reencuentro entre familias, visitan prisiones velando por la prevención de abusos. La lista es larga, aunque se podrían resumir en dos: promoción del respeto a la población civil e infraestructura civil esencial.
En Alepo, todo el personal expatriado del CICR vivía, por cuestiones de seguridad, en el mismo edificio donde se encontraban las oficinas, relata Elisabete. Se contaba, además, con un sótano-refugio, en caso de bombardeo, y otros sistemas de protección. Las salidas no profesionales se limitaban a un perímetro de seguridad en torno a la residencia. La línea del frente estaba situada a escasos 4 kilómetros lo que les obligaba a sufrir el ruido de los morteros de manera esporádica, recuerda. Aún así, y al hecho de que por ser mujer debía salvaguardarse especialmente, no temió por su vida en ningún momento.
Para muchas familias sirias, el pan es la única fuente de alimento diario, por lo que su fabricación y distribución no pueden verse interrumpidas. Las panaderías públicas dependen de las autoridades locales y se encuentran en situación muy crítica, con equipos obsoletos. No hay recursos para su mantenimiento y muchas han sido dañadas o destruidas. Ante esta gran vulnerabilidad, el CICR ha intervenido, explica Elisabete, rehabilitando edificios, líneas de producción y facilitando generadores para asegurar el abastecimiento de lo más básico a la población más vulnerable.
Tras ocho años de conflicto y muchos intereses internacionales instalados en el país, se espera que los combates continúen generando más violencia y sufrimiento y crisis humanitarias que atender.
Pero Elisabete mira al futuro con optimismo y la ilusión de un nuevo destino de la mano del CICR que la situará, probablemente, en Corea del Norte, aunque la huella que ha dejado Siria se ha grabado a fuego en su mente. Imposible olvidar sus gentes y la luz de su mirada que no consiguió apagar ni las más oscuras tinieblas.
Agradecemos a Elisabete por su sinceridad y amable colaboración y la deseamos la mayor de las suertes para afrontar una misión que, estamos seguros, no la dejará indiferente!!