El Rincón de Pensar: Elisabete Belaunde

“Detrás de cada proyecto se encuentran personas con grandes necesidades,
la interacción con ellas es la esencia del trabajo en el CICR»

Descubrimos a Elisabete en 2019 cuando, ni de lejos, pensábamos en pandemia. Se definió como bilbaína, madre e ingeniera, una combinación que nos pareció, simplemente, perfecta. En aquellas fechas, trabajaba en Siria para el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR). Su historia nos resultó tan fascinante (ver entrevista completa en Revista ICLI42) que hemos decidido rescatarla para saber cómo ha cambiado su vida desde entonces.

Actualmente, reside con su familia en Bali (Indonesia), su segundo hogar, país al que siempre desea volver tras un ciclo de trabajo humanitario.


“Mi trabajo en Siria supuso una primera experiencia en una zona de guerra que me ha marcado para el resto de mi vida”

Durante dos años permaneció en Siria, primero en Alepo y después en Damasco. Una etapa crítica por la evolución del conflicto, el grado de destrucción del país y la magnitud de las necesidades humanitarias.

Tras Siria llegó Corea del Norte, un destino que recibió con sorpresa y curiosidad. El férreo control que las autoridades ejercen sobre los programas de las organizaciones humanitarias unido a una clara falta de libertad, a sentirse permanentemente observado, dificultaban mucho el trabajo, confiesa Elisabete.  Aún así, pudo viajar a zonas rurales y captar la esencia del pueblo norcoreano.

Abandonó el país en enero de 2020 ante la desatada alarma de pandemia. Coger el último vuelo de Pyongyang a Beijing, y de allí a Singapur, fue un auténtico alivio en unos momentos de tanta confusión. Durante el viaje, de por sí complicado, pudo tomar el pulso a la realidad que se venía encima por el grado de control sanitario y la tensión que se palpaba en los aeropuertos por los que transitaba.

Llegar a Bali, a casa, fue el bálsamo necesario para disfrutar de sus hijos mientras veía cómo Indonesia decretaba el confinamiento y cerraba fronteras, hoteles, negocios y hasta playas afectando, de manera drástica, los medios de vida de muchas personas.

“Una parte de mí se ha quedado en cada destino”, afirma la bilbaina. Por un lado, te llevas la satisfacción del trabajo realizado y el impacto positivo en las comunidades o personas afectadas, aunque también dramas humanos e injusticias sociales. Cada proyecto parte de una necesidad. Ya no se habla de personas beneficiarias sino de personas involucradas como base para el éxito y sostenibilidad de los programas humanitarios.

 

“Cada destino es un reto y un aprendizaje que se une al esfuerzo de adaptación al contexto local y sus necesidades”

Cuando finalizó el confinamiento más estricto, viajó a Aden (Yemen) donde se encuentra el equipo permanente del CICR, WATHAB (Agua y Hábitat) a cargo de programas de apoyo de infraestructuras esenciales como: suministro de agua potable y saneamiento, reconstrucción de escuelas y hospitales, instalación de regadíos, y muchas otras actividades en respuesta a las necesidades existentes.

Durante tres meses formó parte del grupo responsable de la puesta en marcha de un hospital de campaña para atender a pacientes COVID y dio apoyo al equipo WATHAB en sus programas regulares.

Preguntamos a Elisabete sobre aspectos comunes de las personas a las que dirige su ayuda el CICR, a lo que responde que «cada persona es única en su contexto». Aún así, podría decir que, esencialmente, “trabaja con personas vulnerables con grandes necesidades humanitarias como resultado directo, indirecto o acumulativo de conflictos armados”.

También cuestiones relacionadas con la seguridad tuvieron cabida en nuestro encuentro. “Empieza por uno mismo”, afirma esta ingeniera. Nuestra responsabilidad es seguir a rajatabla las normas de seguridad del CICR, que siempre evitará la presencia en localizaciones de alto riesgo. A pesar de ello, admite haber pasado miedo al escuchar bombardeos o disparos próximos o al trabajar en zonas con alta presencia de residuos explosivos.

En Yemen los movimientos estaban restringidos de la oficina a las residencias, situadas a escasos metros. Los viajes de trabajo se hacían bajo estrictas medidas de seguridad. En Siria, sin embargo, disponían de una zona acotada para movimientos no profesionales, siempre que las condiciones de seguridad lo permitieran.

Actualmente trabaja en proyectos de energías renovables enfocados a la sostenibilidad energética, electrificación rural y desarrollo sostenible. “Una especie de parón ante la necesidad de explorar otros territorios y pasar más tiempo con mis hijos, mi mayor prioridad”.

Está convencida que su trabajo actual puede ofrecerle un aprendizaje y experiencia muy útiles para retomar, a futuro, el trabajo humanitario orientado a la transición energética y sostenibilidad. En el CICR la puerta ha quedado abierta para cuando esté preparada para volver …

Y hablando de prioridades, las de Elisabete pasan por avanzar en el ámbito de la transición energética, el desarrollo sostenible y los programas humanitarios, ya sea en la empresa privada o en organizaciones como el Comité, poder trabajar y compatibilizar su vida profesional con la personal, lo que hasta ahora le ha resultado imposible y, por supuesto, regresar a Bilbao para disfrutar de unas ansiadas vacaciones en familia y con amigos.

Muchísimas gracias Elisabete, ha sido un verdadero placer! Nos vemos pronto en Bilbao.

 

   

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