“ICLI se entrevista con Ainhoa e Iván:
Dos jóvenes cooperantes vascos en Mozambique”
“Ainhoa redescubrió los valores que hemos dejado de lado en nuestra sociedad frenética y
capitalista. Iván se encontró con un país deficitario en recursos pero de una enorme calidad humana.
Hablamos de Ainhoa Fernández e Iván González, dos jóvenes cooperantes cuya vida empezó de nuevo en Mozambique”.
Fundación Mozambique Sur: más que amigos
Para nosotros, hablar de Mozambique es hablar de la Fundación Mozambique Sur, organización arraigada en el sur del país cuyos proyectos se estructuran en cuatro áreas: educación, sanidad, mujer y medio ambiente. Conocimos a la Fundación en un acto casual en la Universidad del País Vasco y, desde entonces, nuestras vidas corren paralelas. Actualmente trabajamos juntos en dos proyectos de corte agropecuario y sanitario que siguen en marcha, con tan buen nivel de entendimiento, que hemos decidido seguir colaborando.
Como contraparte local: Casa do Gaiato, una especie de complejo residencial que acoge unos 150 niños abandonados o huérfanos, y les devuelve a la vida. Una gran familia. Ser gaiato (que en portugués significa “niños de la calle”) es un orgullo porque se sienten unidos por el fuerte vínculo que les produce el dolor y el desarraigo.
Descubriendo el valor del voluntariado
Ainhoa, viajera impenitente, confiesa que era la primera vez que lo hacía a un país en desarrollo. Lo que allí vives en un mes, nos dice, es imposible experimentarlo aquí ni en un año. Iván asiente mientras recuerda para nosotros su viaje a Senegal donde realizó un voluntariado de dos semanas para colaborar en la construcción de una escuela hecha a base de botellas de plástico.
La llegada a Mozambique trajo consigo un amalgama de sensaciones: alegría, vitalidad, caos, … y una gran pobreza que dominaba el paisaje y que, sorprendentemente, no había hecho mella en su hospitalidad. Ainhoa destaca la fortaleza emocional de sus gentes y la eterna sonrisa que dibuja su rostro. El materialismo ataca nuestro lado social y nos hace más débiles, afirma. Nos lleva a dramatizar ante cualquier adversidad, por pequeña que sea. Iván asiente: África es todo humanidad. Nuestra percepción de la cooperación, comenta, es como algo aislado, como una acción puntual ante circunstancias concretas. Para los africanos es su día a día, la colaboración es constante porque es percibida como la única forma de mejora.
Ainhoa, profesora de inglés y francés, acudió a Casa do Gaiato como voluntaria para impartir clases de inglés. Iván, estudiante del Máster en Ingeniería Industrial de la UPV/EHU, buscaba poder aplicar lo aprendido en un entorno de escaso desarrollo tecnológico. Así, se dispuso a ejecutar su Trabajo de Fin de Grado (TFG) que consistía en una instalación solar fotovoltaica para suministro de energía eléctrica a Casa Esperança, centro médico de Casa do Gaiato. Y no sólo eso, sino que impartió también clases de física y matemáticas y, por supuesto, cuidó de los niños. Ainhoa, además de su tarea docente, habilitó junto a otra voluntaria una minibiblioteca de inglés con todo el material recopilado. No faltaron, además, las excursiones de fin de semana donde Ainhoa ejerció de tía perfecta, así como el cuidado a los bebés recién llegados que, confiesa, eran su debilidad.
La vida bulle en Mozambique
Ainhoa regresó de África con la lección bien aprendida: valorar más las pequeñas cosas de la vida; familia, amigos,… a quienes se lo debemos todo. Hay que aprender a empatizar y a no perder la magia de la comunicación. Como mujer, pudo apreciar además, la seguridad e independencia que disfrutamos en occidente de las que tanto adolece el continente. A Iván, los niños de Casa do Gaiato le enseñaron a cambiar un pañal, recuerda risueño, aunque verdaderamente aprendió de todas y cada una de las familias mozambiqueñas con quienes tuvo oportunidad de conversar, y lo hizo con gusto, porque obtuvo verdaderas lecciones de vida, esas que no te enseñan ni en el colegio ni en la universidad. Se empapó de sus costumbres, de su cultura, y se dejó arrastrar por sus sueños, que también los tienen. La vida bulle en Mozambique.
Claro que ha habido un antes y un después, señala Ainhoa. Su estancia se prolongó durante dos meses y medio, tiempo suficiente para interiorizar sus penas y alegrías y hacerlas propias. Ahí es cuando te das cuenta que ya no hay marcha atrás. Al comienzo, las sensaciones fluyen tan deprisa que casi no hay tiempo para asimilarlas, pero el problema surge de nuevo al regreso, cuando has de readaptarte a tu entorno. Relativizas el valor de las cosas. A Iván le cautivó su manera de entender la vida, difícilmente adaptable a nuestra sociedad. Me sorprendió enormemente ver la cantidad de agua y luz que gastamos innecesariamente, confiesa Iván.
Si piensas sólo en dar, enseguida te das cuenta que es mucho más lo que te traes, concluye Ainhoa. Regresas con las ideas más claras y un gran crecimiento personal. Un cóctel de emociones que todo el mundo debería experimentar. Iván apunta a la inseguridad que se vive en esos países como un freno para la cooperación, sin embargo, en el minuto uno de instalarte allí, te das cuenta que su espíritu de ayuda y solidaridad te arropa y hace que te sientas muy a gusto, como en tu propia casa. El miedo desaparece.
Cómo puedo colaborar
Las posibilidades de ayuda son infinitas, tan sólo se precisa voluntad, nos dicen los cooperantes. En Casa do Gaiato se puede trabajar en la huerta, con los animales u organizando actividades con los niños, pero también como activista dentro y fuera del país. La cooperación en terreno es la cara visible, indica Iván, pero no olvidemos que hay mucha gente en la cara oculta aportando su granito de arena en ONG, Fundaciones, dejándose sensibilizar en actos organizados con ese fin o donando ropa que ya no utiliza, por mencionar algunas vías. Todo sirve y la inacción ya no es una opción.
Con ellos estamos organizando unas charlas que acerquen su vivencia al ciudadano de a pié. No es necesario decir que les encanta la experiencia, aunque Ainhoa nos recuerda la importancia de vivirlo en primera persona. Para Iván, lo realmente difícil es animar a la gente a acudir a este tipo de actos. En eso estamos de acuerdo, todo un reto para organizaciones como ICLI.
Ainhoa cree que los jóvenes de hoy en día viven dominados por lo material y siente que habría que reconducir ciertas conductas. Iván, más optimista, confía en su solidaridad, con matices, pero con una clara tendencia positiva. Señala también la importancia de visibilizar más el trabajo de los cooperantes en destino, para que no sea percibido por los jóvenes exclusivamente como una manera alternativa de viajar.
Ainhoa sueña con seguir creciendo, tanto a nivel personal como profesional. Conseguir una estabilidad laboral es importante para fijarse otros objetivos. Seguir viajando forma también parte de sus sueños, así como no abandonar jamás la cooperación, en terreno o a distancia. Iván anhela regresar a Casa do Gaiato, pero antes tiene una cuenta pendiente con su formación que espera concluirla en Suecia próximamente.
Finalizamos nuestro interesante encuentro entonando un canto de esperanza para África. Claro que tiene futuro, afirma rotunda Ainhoa, sólo es cuestión de tiempo. Mozambique, a pesar de seguir anclado a una sociedad machista, ya está viendo cómo algunas mujeres se han convertido en banqueras, ingenieras,… todo radica en la educación. Son pasos que se han de dar. Es cierto que hay mucho por hacer, pero Iván confía plenamente en sus posibilidades y, además, es lo bonito de los retos.
Sabemos que volverán porque su corazón ya ha quedado unido de por vida a esa tierra roja y a sus eternas sonrisas, y en ICLI estaremos esperándoles para que vengan a contarlo. Ha sido un inmenso placer!!